Me consta que entre los lectores de Bolsamanía se encuentran grandes cinéfilos. Invertir es un arte que necesita de gran disciplina, un conocimiento aplicado y en ocasiones dosis de inspiración, y es ahí donde el cine nos sirve de palanca. Cuantas películas nos inducen a hacernos preguntas, a replantearnos ciertas actitudes e incluso cambiar nuestro modo de vida. En mi caso existen extractos de películas que me han mejorado como persona y por supuesto también como trader.
Como muchos lectores de Bolsamanía saben, el trading tiene una barrera de entrada relativamente baja, no son necesarias estructuras societarias, ni siquiera un elevado capital inicial para poder encontrar en el trading una vía real de autoempleo. Esto, no significa que ganar ese sueldo y pagar los recibos mensuales sea sencillo. Debemos tomarnos el trading como un negocio, seremos empresarios y lo lograremos si tomamos el control desde el minuto uno.
A lo largo de mi experiencia como trader patrimonial y en mis dos últimos años como mentor de traders a través de El Factor K, he visto con asiduidad la alarmante disyuntiva que escenifico al más puro estilo Tip y Coll: “¿Quiere que le de 1. 000 euros o un puñetazo?”.
Conseguir plusvalías en los mercados no es tarea fácil. No dar ni una, genera una importante desazón en el inversor, que con frecuencia se bloquea y puede llegar a perder el norte.
En los últimos días se me van acumulado llamadas de amigos que quieren huir despavoridos del 0,6% de rentabilidad que les están ofreciendo entidades financieras por sus ahorros. Es entonces cuando el “desconocido, arriesgado y especulativo” mundo del trading se presenta ante ellos. Peligroso comienzo.
Desde el 15 de octubre no paran de agolparse noticias sobre las peripecias del pequeño Nicolás. Sin duda un personaje único, quizá ya un icono y que ha demostrado competencias inverosímiles para su lozanía. Aquí me centraré en las buenas o menos malas, y en las que pueden convertirle, si así lo desea, en un excelente trader.